Sincericidio o utilizar la verdad hasta el punto de hacer daño, a nosotros mismos u a otra persona, ¿lo has oído alguna vez?. Todos hemos conocido a alguien que se queja de ser «demasiado sincero» y que eso no le trae más que disgustos en la vida, claro, luego nos damos cuenta de que esa persona confunde la sinceridad con la falta de educación y es capaz de decirte en tu cara lo mal que te queda ese vestido sin ser preguntada.

A mi me parece un concepto particularmente interesante en pareja, porque en general parece que la idea más extendida es la de que la sinceridad es esencial en una relación saludable y, por lo que veo en la consulta, a veces esto se lleva al extremo.

Un ejemplo real.

Hace poco tuve una pareja en consulta que ya había pasado por un proceso de terapia con otra psicóloga. El caso es que, por lo que me dijeron, la profesional les dijo que un paso importante para mejorar la comunicación era ser muy sinceros. Estoy totalmente de acuerdo, por cierto, pero creo que ellos se lo tomaron demasiado al pie de la letra.

Lo que ocurrió fue que los efectos positivos de la terapia se mantuvieron hasta que el sincericidio fue el nuevo problema. Esta pareja llegaba a casa y se decía cosas como «Hoy me he sentido atraída por el profesor de Pilates» o «Llevo unos días pensando en si sería más feliz soltero». Una sinceridad brutal, efectivamente, pero ¿es necesaria tanta información?.

Qué NO contar a la pareja.

Muchas personas consideran la mentira como la peor traición que puede hacerles su pareja, pero la mayoría  tampoco querrían escuchar cada uno de los pensamientos que se le pasan al otro por la cabeza. Y es que decir la verdad no significa decirlo todo.

En realidad la fórmula es bastante sencilla, es cuestión de preguntarnos dos cosas antes de lanzarnos a la sinceridad; ¿Aporta esta nueva información algo positivo a la relación? ¿Puede dañar de alguna forma a mi pareja saber esto?.

Quizás la mujer del ejemplo anterior se sentía mal por haber pensado en su profesor de Pilates de una forma erótica (este es otro debate) y creyó que se sentiría mejor si compartía su culpa con su marido. En realidad era un deseo bastante inocente porque no había una intención real detrás, así que ni siquiera es que tuviese que revelar que estaba apunto de ser infiel. Informar a su pareja de que se fijó más tiempo de lo habitual en el trasero de su profesor no aportaba nada positivo a la relación y además es un dato que puede llegar a hacer daño dependiendo de la persona, claro.

En general, compartir con tu pareja datos de tu vida sexual anterior, podemos decir que no es buena idea. No es algo que esté prohibido, todos sabemos en qué momento podemos hablar de nuestro ex, quizás el contexto es el adecuado o viene a cuento, pero digamos que no es obligatorio entrar en detalles. Eso sería caer en el sincericidio.

Tampoco es lo ideal revelar cada pequeña duda que tengas respecto a la relación, porque la otra persona podría magnificarlo y preocuparse más de la cuenta cuando lo más probable es que esa inseguridad se pase como ha venido. Obviamente, se debe hablar de los problemas que afecten a la pareja, en ningún momento he dicho lo contrario, pero todos tenemos días en que el otro prácticamente no nos cae ni bien y no es necesario anunciarlo a bombo y platillo cuando sabemos que mañana estaremos igual que siempre.

¿Debemos preguntar a nuestra pareja?

No tenemos el deber de saber todo de nuestra pareja. Nuestra relación no funcionará mejor solo porque sepamos cada detalle de su vida y desde luego no es necesario saber nada de su vida intima o sexual anterior a nosotros. En cambio, el sincericidio puede hacer un daño difícil de reparar.

¿Que somos seres curiosos y nos gusta preguntar? pues fenomenal, pregunta. Ahora, deberíamos aplicarnos la frase de «No preguntes si no quieres saber la respuesta» y tratar de no castigarnos con información que luego nos va a hacer daño.

Hemos asumido que no nos va a hacer daño y nos apetece preguntar a nuestra pareja con cuantas personas se ha acostado (a lo loco!). Tenemos todo el derecho del mundo a preguntar, efectivamente, el mismo derecho que él/ella tiene a negarse a responder.

Marta Ibáñez Sainz-Pardo
Psicóloga especialista en terapia sexual y de pareja.

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¿Te ayudo a comunicarte con tu pareja?

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