Uno de los factores que puede marcar el éxito de una terapia de pareja es la conciencia de que nuestras acciones siempre, siempre, tienen consecuencias sobre la conducta de nuestra pareja. Es muy frecuente que se llegue a la consulta con la intención de que el/la terapeuta se ponga de parte de uno de los dos y le haga ver al otro lo equivocado que está. Esto nunca ocurre, o no debería ocurrir, si el terapeuta es todo lo profesional que debiera.
La importancia de hacer llegar lo positivo.
¿Hay suficientes interacciones positivas en nuestra relación? Frecuentemente, sobre todo cuando entramos en crisis, parece que la pareja solo habla recriminando, discutiendo o en tono neutro. Puede pasar mucho tiempo sin que haya un mensaje positivo del uno al otro, en ocasiones por orgullo, pero sobre todo porque simplemente ha dejado de salir natural, al contrario que las palabras negativas.
En un ambiente en el que no hay lugar para las caricias y besos con sentimiento ni para las palabras ni gestos bonitos, ¿como esperamos que no se discuta?. A veces nos decepcionamos porque nuestra pareja no se muestra amable pero, si nos fijamos, nosotros tampoco lo somos especialmente. Introducir gestos de cariño puede ser complicado, nos parece que lo tenemos que forzar, pero es un buen paso para que la relación mejore.
Hacer llegar el mensaje.
Los problemas de comunicación son la principal razón por la que las parejas acuden a terapia. El discurso es «no me entiende» o «no nos entendemos», pero la comunicación no es solo entender, también hay que saber expresarse.
Así que cuando tu pareja reacciona de una forma agresiva a algo que le has dicho, no toda la culpa recae en que no haya sido capaz de comprender el mensaje, es muy probable que tampoco tú hayas sabido expresarlo de forma eficaz. No solo hay que cuidar lo que decimos, sino también como lo decimos, el lenguaje no verbal es tan importante como el verbal.
Puede ser difícil entrenar la capacidad de expresar lo que sentimos y pensamos con propiedad, es un aprendizaje que comienza cuando nos damos cuenta de que somos parte del problema de comunicación también cuando hablamos.
¿Cual es mi parte de culpa?
En resumen, cuando observamos una respuesta que no nos gusta en nuestra pareja, lo ideal es tratar de ponernos en su lugar y pensar qué parte de responsabilidad tenemos en la situación. No se trata de echarnos la culpa, pero no podemos cambiar su conducta con una varita mágica, lo único que podemos modificar son nuestras propias acciones. Pensar si está a la defensiva porque ha podido sentirse atacad@ en algún momento, si su mal humor viene de la tristeza de sentirnos lejos, si se nos ha olvidado agradecer esfuerzos por su parte…
Es fácil teorizar sobre lo que el otro debería cambiar pero es cuando nos planteamos qué podemos hacer nosotros cuando nos situamos camino a la solución.
Marta Ibáñez Sainz-Pardo
Psicóloga especialista en terapia sexual y de pareja.
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